jueves, 19 de diciembre de 2013

Viaje a Buenos Aires - Montevideo (3): Abuelo

Antes del viaje, estuve averiguando cuál era la forma más económica de viajar a Montevideo. Conversando con un flickero chileno residente en Uruguay, creo que fue él quien me dijo que el Buquebús de la noche era el más barato. De hecho, aunque tenía una reserva en un hostal por si acaso, el plan inicial fue alojar con él.

En el edificio de Buquebus en Buenos Aires, muy hermoso por lo demás, comencé mi viaje accidentado. Lo primero, en el almacén que les contaba me compré una Coca Cola, cuando la abrí un par de kilómetros más tarde se me desparramó por todas partes manchándome el pantalón, y yo largándome a reír. Creo que un argentino me prestó unas servilletas y comenzamos a conversar. Digo creo porque no recuerdo si lo hizo o no, pero terminé conversando con Luján. Un abuelo muy lúcido y simpático que había realizado el viaje un montón de veces. Me contó de su profesión, de su vida y una especie de percepción de lo que era Argentina y Uruguay, lo que me serviría bastante para comprender lo que iba a ver más adelante, yo le conté de mi vida, que estaba viajando y quería conocer. 

El segundo accidente fue que se me perdió uno de los papeles con que entré a Argentina, por más que revolvía la ropa de la maleta y buscaba en los bolsillos, el bendito papel no aparecía. Contrario a otras situaciones, me preocupé pero sentía que podía zafar igual, en la aduana iban a cobrarme una multa por perder el papel, pero le di pena al caballero y me dejó pasar después de un buen reto. Cosas de la vida... el papel apareció cuando llegué a Santiago. De todas formas, doy las gracias al caballero anónimo, si no quizá la historia habría tenido un rumbo muy distinto. (Lección: Saquen copias y tengan un bolsillo específico para eso, o una carpeta).
Interior del Buquebus Eladia Isabel
Partimos a eso de las 11 de la noche, zarpamos rumbo a Colonia del Sacramento, después tomaríamos un bus rumbo a Montevideo que llegaría en la madrugada. Luján me mostró el buque, seguimos compartiendo historias hasta que tocó la hora de dormir. Por ser de noche y no haber mucha demanda, dormí estirado en varias butacas, me costó conciliar el sueño con el zigzageo del buque y el sonido del río, hasta que dormí algo.

A eso de las 3.30, tuvimos que despertar, desembarcábamos en Colonia y ¡vaya desembarco! El río estaba muy picado y corría una ventolera de los rediablos. El pasillo protegido por lonas sonaba entero, parecía una verdadera tormenta. En la aduana de Uruguay no tuve problemas, ya con todos los papeles, lo que pude ver en Colonia era todo un centro de operaciones de Buquebus. Terminamos tomando un Irizar de una empresa prestadora de servicios, cuando hay alta demanda Buquebus recurre a buses particulares para cubrirla. 

El bus que nos tocó a Luján y a mí.
Buquebus con itinerario a Punta del Este.
 Uruguay, como Argentina, a las luces de la madrugada se me hacía muy parecido a una planicie llena de granjas y vacas. El paisaje era bien aburrido y no tenía noción tampoco de adónde estábamos yendo, porque en mi mente el camino se hacía más directo, otra vez había perdido el sentido de orientación...y no me importaba. Con Luján hablamos en el camino hasta que llegamos a Montevideo, en uno de los paraderos se bajó, debo decir que de viejo tiene sólo las canas, porque su espíritu es muy joven. Yo seguí hasta el terminal de Tres Cruces.

Llegamos cuando recién amanecía. Cristian estaba esperándome en el terminal, el cual después conocería ya casi de memoria. Tomamos un taxi hasta el lugar de su residencia, una especie de cité como los que hay en el centro de Santiago. Me llamó la atención que en Montevideo los taxis tuvieran la cabina herméticamente separada de los pasajeros y hubiese un agujerito chico para pagar. Es como en los buses rurales de algunas localidades de Santiago (como Peñaflor, para ser más específico).

Como habrán leído, no dormí nada. Cristian me sirvió algo de desayuno y conversamos de nuestras vidas, me contó que estudiaba medicina y vivía en esa residencia con otros estudiantes. Aunque tenía un malestar estomacal, de todas formas me quiso acompañar a conocer Montevideo, lo que agradezco mucho, porque si no quizás habría conocido muy poco.

Lo primero que llama la atención es que estar en Montevideo es como retroceder en el tiempo, es como una ciudad-abuelo. Y lo segundo, que la ciudad está llena de árboles, muy verde. Si no me creen, echen un vistazo.
Calle Minas
Un mural en calle Minas.
Un automóvil Fiat antiguo y en buen estado
Una camioneta antigua en plena calle.
Joaquín de Salterain con Canelones
Montevideo se me hizo una ciudad muy intrigante. En realidad, me gustaría conocer un poquito más de Uruguay, se nota un país muy interesante y con diversidad de paisajes (tiene partes selváticas y termales en el límite con Brasil) pese a ser un país relativamente pequeño. El único problema que observé es que es mucho más caro que Argentina y un poquito más caro que Chile. La avenida 18 de Julio que viene a ser la principal, tenía poco tráfico y tenía varios elementos curiosos, como un partido político y una iglesia pentecostal al lado. Se me hace que Uruguay es un país con tolerancia y un gran progresismo, aunque también de poca religiosidad. A ellos les va más la filosofía.

Un Fiat casi abandonado en una calle de Montevideo
Un pasacalles de saludos a Nicolás. Creo que en Argentina también es costumbre.
Un auto Mercedes Benz, ¡bonito!
Cristian caminando sobre las hojas que lleva el viento.
Un puesto de verduras, me gustó cómo se veía.
Avenida 18 de Julio y lo que les decía
El bus más moderno de Montevideo en ese momento.

No sé, me gustó, tiene harto verde.

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