sábado, 21 de diciembre de 2013

Viaje a Buenos Aires - Montevideo (5): Solo y acompañado

No dormí mucho, como ha sido la tónica del viaje, pero eso no es impedimento para que disfrute. Es mi segundo y último día en Uruguay. Apenas amaneció salí a caminar, tenía una especie de mapa de la ciudad por lo que quería conocer la zona de Pocitos, me habían dicho que había una playa en ese lugar y tomar fotos de los buses interurbanos de la ciudad. Esto es una regla casi sagrada en mis viajes, pero uno de mis pasatiempos es fotografiar el transporte público, por lo que dedicaré siempre post exclusivos a ello.

Pocitos
Niñas jugando vóleibol
Hombres entrenando en fútbol
De Pocitos me gustó muchísimo la playa, sé que al ser una playa fluvial el oleaje depende mucho del viento, pero las olas que yo vi eran minúsculas, unas aguas calmas y tibias (en Chile el Océano Pacífico es frío). Lo otro que me sorprendió es que pese a que me habían advertido de que era una zona más exclusiva, en vez de encontrarme lujos, encontré mucha gente reunida haciendo deporte (y por muy verano que sea, en un día de semana me pareció genial), habían unas niñas jugando vóleibol, otros jugando rugby. El día anterior había visto personas jugando fútbol, es decir, harto deporte.

Aquí me pasó otra cosa chistosa. Yendo hacia el Terminal de Tres Cruces, compré una botella de Coca Cola, pero no podía abrir la botella. Por cierto, debo decir que la cordialidad del encargado de la tienda me sorprendió y me llamó la atención, gente muy servicial. Estuve caminando mucho rato haciendo el ridículo tratando de abrir la botella hasta que llegué a un hotel, había un brasileño esperando algo o alguien, no sé. El punto es que se me ocurrió pedirle que me abriera la botella, al principio como que me miró raro, pero logré falar portuñol y por medio de señas le dije que si me podía abrir la Coca Cola. Después, le di las gracias y me fui, aún me da risa lo que tuve que hacer para tomar Cola Cola.

Un punto positivo, la señalización para el turista.
Después del terminal, caminé por el centro de la ciudad hasta llegar a la residencia de Cristian, me aproveché de bañar para poder ver a otra persona más: Valeria. Por esas casualidades de la vida, llegamos a conocernos por nuestros blogs, ella estudiaba para ser docente, y al ser uruguaya de nacimiento, me iba contando sobre la educación, la cultura y ciertos valores de la sociedad uruguaya (o al menos, cómo ella los veía), lo que me daba una visión más completa con lo que me había comentado Cristian.

Lo primero que hicimos fue ir a la Intendencia, en el lugar uno puede subir por un ascensor y llegar a un mirador desde donde se ve toda la ciudad. Sigo insistiendo, Montevideo tiene montones de cosas para los turistas, debería ser más visitada y famosa.

En el mirador, con la ciudad de fondo
Vista desde la Intendencia.
Si con Cristian había pensado que tenía toda la ciudad recorrida, Valeria me mostró lo que faltaba y ¡vaya que era hermoso! Fuimos a la zona de Parque Rodó, que para explicarle a los santiaguinos, es una suerte de Quinta Normal. No es que sean similares, pero comparten muchos elementos. El parque Rodó cuenta con museos, una especie de parque de diversiones, laguna con botes y patitos, además de jardínes muy hermosos. Para variar, todo condensado en un espacio relativamente pequeño.

Valeria y la otra calle grande: Artigas
Ariel en el mismo punto
Una frase que siempre será vigente.
Universidad de la República y Valeria
Universidad de la República y una de sus bibliotecas
Valeria me mostró algunas facultades de la Universidad de la República, que es la más grande universidad estatal de Uruguay, la que también es gratuita para sus estudiantes. En el parque Rodó entramos a ver el Museo de Artes Visuales, en un piso superior también había una sección de animales disecados. Las obras de artes eran muy variadas, lo que más fotografié fueron paisajes, oníricos y personas. Entre ellas rescato otra de Blanes que retrata un episodio histórico (y muy trágico) de Buenos Aires: una epidemia de fiebre amarilla en 1871.

La obra de Blanes
El Museo de Artes Visuales
El parque Rodó me sigue pareciendo uno de los rincones más hermosos que he conocido. En las afueras, había una muestra de fotografías que justamente abordaba lo que había sido nuestra dictadura. Es curioso cómo uno encuentra cosas de su país en otros países. Otro aspecto llamativo es que en la ciudad habían monumentos a personajes de filosofía, insisto, se me imagina que al uruguayo le va muy bien la filosofía.

Patos en el parque Rodó
Laguna con botecitos
Mucho verde
Con el parque
La muestra de fotografías de la dictadura chilena
En una fuente donde había un monumento a Confucio.
El final del día fue mojarme los pies en el Río de la Plata, en la playa Ramírez y jugar con las piedras de río. Afortunadamente tuvimos un atardecer precioso en el río. Yo pensé que por la orientación del sol no iba a ver algún atardecer en el río, pero afortunadamente me equivoqué.

En el río de la Plata
Río de la Plata
Filosofía
El precioso atardecer en el Río de la Plata
Después de despedirme de Valeria, fui a recoger mis cosas donde Cristian, me despedí de él y le agradecí por su amabilidad para alojarme y mostrarme la ciudad. El siguiente paso fue volver al terminal de Tres Cruces, es de tamaño mediano y posee también un centro comercial. Me sorprendió la cantidad de destinos que tenía, daba la impresión de que había un dinamismo en el transporte interurbano. Me daban ganas de proseguir mi viaje y conocer las zonas termales y selváticas del país, además de Colonia del Sacramento que me han comentado que es muy bonito. Revisando datos censales, Montevideo es la única ciudad o departamento que supera los 300.000 habitantes (eso considerando que Canelones corresponde a una zona suburbana de Montevideo).

La parte final del día fue tratar de no quedarme dormido (eran las 10 de la noche, no me quedaban pesos uruguayos ni para comprar una bebida y el bus que me llevaría a Colonia, para después tomar el Buquebus llegaba a las 2 o 3 de la madrugada). Tenía mucho sueño y hambre. Recuerdo que tomé un par de diarios y me puse a hacer puzzles para evitar quedarme dormido jajajajaja.

El terminal a las 10.30 de la noche
Todos se iban y a mí me quedaban como 2 horas más de espera.
Nótese que hasta en los terminales de buses los uruguayos tienen obras de arte.

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